Veintiún minutos son un suspiro. ¡Teníamos tantas cosas de las que hablar con Paco Etxeberria Gabilondo...! Además, cada una de sus respuestas nos sugería otras diez o quince preguntas. Pero el reloj avanzaba. Sonaron las señales de las diez y media. Hicimos como que no las escuchamos, pero finalmente tuvimos que tirar la toalla y ponerle puntos suspensivos a la charla.
Continuará. Bien lo sabemos. Cualquier día volveremos a pedirle que nos hable del hilo que separa la vida de la muerte, de la asombrosa capacidad del ser humano para hacer daño y de la no menos asombrosa de soportar el dolor, de la imperiosa pulsión que tenemos a castigarnos y, más aún, a castigar a los demás.
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